Aunque sea lo primero que os venga a la mente, no os preocupéis,
que no os voy a hablar de música “heavy”, no es exactamente mi estilo, aunque
en determinadas ocasiones, hasta apetece escucharla, jeje.
Lo que os quiero relatar es lo que me ocurrió el
pasado día 5 por la mañana, cuando, al dirigirme a la pescadería, un vehículo
me embistió, y, sin comerlo ni beberlo, me trastocó todos los planes, que me
había trazado para el día pre-Reyes Magos.
Esa jornada, que íbamos a celebrar la tradicional
comida de los vecinos de LOS FRATRES, que este año tocaba en mi casa, tenía
pensado pasarme a comprar unas almejas por la pescadería Salgado, de San Juan. Sin
embargo, cuando entraba en la parte antigua por el Puente de San Francisco, un
vehículo colisionó con el mío, causando importantes daños materiales y algunos
físicos en cervicales, principalmente. Es cierto que lo principal es la salud y
la integridad física, pero salvando eso, que, afortunadamente, voy recuperando
poco a poco, tengo que decir que el estropicio que te hacen por un descuido o
negligencia (realmente no sé lo que pasaría para que el otro vehículo me
llevara por delante, cuando tenía un ceda el paso, que no respetó) es tan
mayúsculo que te puede cambiar la vida.
Pero antes de entrar en eso, quiero advertir de una
cuestión puntual que a mí me ocurrió y que, al haber sido la primera vez que
tengo un accidente, desconocía por completo: Cuando salta un airbag, se produce
una pequeña explosión que deja un poco de humo y un cierto olor a quemado. En
mi caso, por desconocimiento, como he manifestado anteriormente, esas
circunstancias hicieron que mi único objetivo tras la colisión, fuera abandonar
mi vehículo, ya que me parecía que estaba ardiendo. Evidentemente esa creencia
hace que cuerpo y mente se revolucionen y se pierdan los nervios, cosa que no
es aconsejable en caso de accidente.
A partir de ahí, tengo que reconocer que los hechos se
sucedieron de forma más que satisfactoria. La Policía Local no tardó en llegar,
se retiraron los 2 vehículos que estaban impidiendo la circulación por la vía
pública y procedimos a formalizar el Parte Europeo de Accidentes, cosa que
amablemente hizo el equipo de Atestados de la P Local. La hija del conductor
del otro vehículo pidió disculpas por lo ocurrido y yo se las acepté, entre
dolores de cuello y cabeza. Un agente me recomendó que fuera a urgencias,
puesto que me estaba observando que me tocaba insistentemente la cabeza. Y nos
disolvimos todos los implicados.
Evidentemente, hice caso al Agente y me pasé por
urgencias, donde descartaron cualquier rotura ósea, previa realización de las
correspondientes placas, y me diagnosticaron el doloroso latigazo cervical.
Abandoné el Hospital a las 2 horas, con el Enantium intramuscular (qué bien
pone las banderillas Vero, lo hace casi mejor que sacarla por cuatro, jeje) y 4
recetas para el tratamiento de mis lesiones.
Y ahora llega lo que tiene que ver con el título
elegido en este post: Me pasé por mi compañía de seguros, donde dejé copia del
Parte de Accidentes y del informe médico del simpático y eficaz Dr. Alberto. Allí me informaron de que si el
valor de la reparación es superior al valor venal del vehículo, se determina
que es un siniestro total y tan sólo me abonan este último. Evidentemente, como
quiera que los daños causados iban a ser cuantiosos y mi vehículo tiene ya muchos
años, el agente de seguros me advirtió que era más que posible que esa
circunstancia aconteciera en mi caso. Yo, que desconocía ese proceder, le dije
indignado que esa solución no me parecía justa. Tengo un vehículo, aunque sea
viejo, y lo que quiero es que me lo reparasen para poder seguir con él. El
hecho de que me vayan a pagar su valor venal no me soluciona nada, porque,
presumiblemente con ese dinero no tenga para comprarme un coche de las mismas
características que me dé el servicio que hasta ahora me daba el mío.
Finalmente y ante mi insistencia, el amable asegurador
me tranquilizó y me derivó a la tasación pericial y a las futuras negociaciones
con la compañía contraria, que es la que tiene que tomar la decisión.
No obstante y a los solos efectos informativos, he tenido
que asesorarme y estoy convencido de acudir a las instancias que sea necesario
para hacer valer mis derechos. Lo contrario sería una injusticia. Y parece ser
que la Ley del Seguro me ampara.
Otra cuestión que no tengo clara es quien se hace
cargo de los daños, molestias, dolores, gastos y, sobre todo de la situación de
quedarme sin mi vehículo por una larga temporada, aún en el supuesto de que lo
reparen. Entiendo que todas esas contingencias debería cubrirlas el seguro del
vehículo que provocó el accidente. Por ahora lo que me dicen es que guarde
todos los justificantes de los gastos ocasionados, para poder reclamarlos en su
momento. Y así lo estoy haciendo.
Os contaré el desenlace…
También
puedes leer este artículo en: http://josecarlosbote.blogspot.com.es/
08/01/2017
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